Sal versus Azúcar: Presión Arterial
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Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad prematura en el mundo desarrollado y la hipertensión es su factor de riesgo más importante.
El control de la hipertensión es un enfoque importante de las iniciativas de salud pública, y los enfoques dietéticos se han centrado históricamente en el sodio (la sal).
Por esto se ha resaltado la necesidad de reducir el consumo de alimentos procesados, pero nuevos estudios nos muestran que los alimentos procesados también suelen tener un alto contenido de azúcares añadidos, cuyo consumo podría estar asociado más fuerte y directamente con la hipertensión y el riesgo cardio-metabólico que la sal.
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El papel del azúcar La investigación reveló que una persona que consume del 10% al 24,9% de sus calorías en azúcar agregada tiene un 30% más de riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV); mientras que aquellos que consumen un 25% o más de calorías del azúcar agregada corren casi tres veces el riesgo de sufrir una ECV. Cuando una persona consume cualquier producto alimenticio con azúcar agregada como refrescos, se consume un alto nivel de fructosa. Este es el culpable del aumento de los niveles de colesterol LDL (también conocido como colesterol malo). Además, reduce los niveles de colesterol bueno o colesterol HDL en el cuerpo, lo que empeora la situación. Un nivel de colesterol más alto está directamente relacionado con la hipertensión.
El papel de la sal La sal provoca un mayor nivel de presión arterial, sin embargo, se observaron cambios sustanciales con solo controlar la cantidad que se ingiere. Habiendo dicho eso, la sal todavía no viene completamente libre de problemas. Los niveles altos de sodio en los alimentos obligan al cerebro a almacenar un mayor contenido de líquido en el cuerpo, lo que provoca la retención de agua y ralentiza el flujo sanguíneo. Este fenómeno tiene efectos adversos sobre las funciones renales, reacciones del sistema nervioso simpático, agranda el músculo cardíaco y aumenta la rigidez arterial.
Conclusión
Una reducción en la ingesta de azúcares agregados, particularmente fructosa, y específicamente en reduciendo el consumo de alimentos fabricados industrialmente, ayudaría no solo a frenar las tasas de hipertensión, sino que también podría ayudar a abordar problemas más amplios relacionados con la enfermedad cardio-metabólica.
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